La cerveza artesanal ha ganado muchísimos adeptos en el mundo pero, si es de trigo más aún se nota el crecimiento de la demanda: gente conocedora de las varietales cerveceras y gente que, simplemente, se dispone a disfrutar de un buen momento y lo acompaña experimentando un nuevo sabor. Y se encanta con él.
Para ser considerada como cerveza de trigo debe incluir, como mínimo, un 50% de malta de este cereal. Lo habitual es que alcance hasta un 70% y el resto se completa con la malta de cebada. El arte que le da su color y densidad característica está en la proporción de cereales y la forma en que se filtre, o no, pues algunas variedades omiten el filtrado.
Se les conocen también como cervezas blancas y esto es debido a que su aspecto, cuando no están filtradas, nos remite a una vista que asemeja la neblina.
Ácido, refrescante y espumoso aplican como los adjetivos que mejor acompañan la definición de su carácter y la hacen cada vez más valorada a la hora de elegir una cerveza artesanal.
¿Cervezas de trigo bávaras-alemanas o belgas-neerlandesas?
Cuando queremos darnos el gusto de probar una buena cerveza artesanal, la elección no es nada fácil porque las opciones son cada vez más y de muy buena calidad. Las tradicionales de Baviera se distinguen por el toque dulce que dejan en el paladar. Weissbier, Weizenbier (o Hefeweizen, como también se la suele llamar en Canadá y Estados Unidos) suele ser turbia, sin proceso de filtrado y tiene menos lúpulo, porque los sabores intensos que aporta el trigo ya marcan su magia de espuma densa y burbujeante. Se distinguen en este grupo algunas que tienen un proceso diferente, como la Kristallweizen, en cuyo caso el filtrado le otorga transparencia y suaviza el sabor; o las Dunkelweizen, que son cervezas negras de trigo y al paladearlas se evocan los frutos secos y el chocolate tanto como desde su color y aroma. Hay para saciar los más diversos gustos, sin dudas.
Polonia nos regala su deliciosa Grodziskie, hecha con malta de trigo ahumada al roble y de baja graduación alcohólica, tan distinguida que suele reservarse para ocasiones especiales. Es amarga, muy carbonatada y de intenso aroma que se conserva muy bien después del filtrado y se disfruta exquisitamente al acercarla para beberla.
Por otra parte, Bélgica y los Países Bajos nos brindan la witbier, otra gran variedad de cerveza de trigo que le es propia. La distingue su sabor más frutado, logrado por el agregado de especias, hierbas y frutas ácidas. Se siente realmente distinta. Se elabora utilizando entre un 30 y un 50% de trigo sin maltear, el resto sí es cebada malteada y, solo a veces, se le añade pequeños porcentajes de avena ¿quién lo hubiera imaginado? Tiene muy buen cuerpo, una mezcla de ligereza y personalidad ácida que resulta muy refrescante para el verano y su tono dorado da qué hablar.
Se han desarrollado otras muchas variedades de cervezas de trigo que tienen características especiales, como las Berliner Weisse, con baja graduación alcohólica, las Gose con su toque de cilantro y sal y, párrafo aparte, las lámbicas.
Estas últimas merecen una mención especial porque su elaboración se ha mantenido casi como un ritual: en su proceso se utiliza “levadura salvaje” (no cultivada, sino traída por el viento a los tanques de fermentación) y se denomina “fermentación espontánea”. A todas las cervezas que se fabrican con este método se las conoce como lámbicas y necesitan más tiempo que las demás para estar a punto, en algunas ocasiones alcanza los dos años… pero el resultado vale la espera: una exquisita bebida, compleja en su sabor que tiende a semejarse a vinos espumantes dulces; sabor que es especial en cada partida y sorprende a los expectantes catadores.
Los tipos de cerveza de trigo son muchos y la tendencia es que se sumen más, nada parece agotar la dedicada creatividad de los productores para sorprendernos en cada oportunidad que vemos crecer la clásica espuma en un jarro. Un deleite que se agradece.